miércoles, 22 de febrero de 2012

Siguiendo la estela de la Puerta Azul

Si quieres recordarla o no la conoces, esta  historia empezó en LA PUERTA AZUL 

Quería pasar al otro lado de la puerta, saber exactamente por qué todos aquellos "recuerdos" habían aparecido de repente. Pero no sabía cómo hacerlo, cómo conseguir otra vez traer esas imágenes que había visto con tanta nitidez.

Estaba segura, había visto a aquellas chicas detrás de la puerta y éramos nosotras, en otra época, pero nosotras.

Beatriz me miraba preocupada, no sabía cómo ayudarme. Para ella todo lo de la Puerta Azul le sonaba a locura, una consecuencia del calor asfixiante que aquella mañana habíamos pasado en las calles de Santorini. Pero yo estaba segura de que lo había vivido, esas chicas éramos nosotras y eso no me lo iba a poner en duda nadie.

Beatriz tenía razón, un buen aperitivo en alguna de las terrazas de los acantilados, y esas maravillosas vistas, harían que me despejase, que aclarase mis ideas. Los días habían sido muy intensos, ¿quien podía resistirse a la marcha nocturna de Santorini?

Disfrutar de aquel paisaje y esa tranquilidad  había hecho que me relajase. Quizá Beatriz tenía razón, todo había sido una mala pasada de mi mente por el cansancio. 

Aquella ciudad tenía algo especial, también sus gentes. Ahora fue Bea la que tuvo una sensación extraña. "Berta, no paramos de coincidir con esa chica que ahora está apoyada en el muro". "No me había fijado, pero ahora que lo dices, es verdad, me suena su cara". Como si nos hubiese oído, la chica nos miró descaradamente, nosotras no lo pensamos y la invitamos a sentarse.

Estábamos en Fira, cenando en una de sus terrazas, con el volcán frente a nosotras,  una puesta de sol llena de colores mágicos y el Mar Egeo de fondo. Disfrutando de una cena llena de sabores, los griegos se toman su tiempo para preparar los alimentos. Pero lo mejor de todo era la compañía. Sofía era una chica llena de embrujo.

Las historias sobre aquella tierra que ella nos contó y unas cuantas copas de vino hicieron que me decidiera a contarle mi experiencia con la Puerta Azul. Para ella todo aquello no le sonaba extraño ni lejano. Creía en el  magnetismo del volcán y todo lo que sobre aquella zona se contaba. Historias sobre personas que se habían precipitado por el acantilado después de correr como locos gritando sobre extrañas visiones. Ese era el embrujo del volcán, el Mar Egeo y la isla que teníamos tan cerca. Todo creaba un ambiente especial.

Quizá los efluvios del volcán crearon esa imagen detrás de la Puerta Azul. No, eran reales, esa era yo y Beatriz estaba a mi lado. Había algo más detrás de aquella visión y quería saberlo...

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